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Puñaladas traperas

jueves, 23 de febrero de 2017


 


               
‘Buenas tardes. Me llamo Ángel Felpeto, soy el consejero de Educación y el culpable de que ustedes vayan a tener un colegio público el próximo curso escolar’. Con estas cartas pudo haberse presentado este señor en el encuentro que el 6 de febrero pidió mantener con las madres y padres de Yebes y Valdeluz. Pudo colgarse todas las medallas habidas y por haber. A fin de cuentas, es el artífice de que el centro educativo de este municipio abra sus puertas en septiembre. Pero no. Lo que hizo fue ponerse a tiro durante más de una hora para responder una por una a las dudas, vacilaciones, preguntas, aclaraciones, titubeos, dilemas, recelos, suspicacias, temores, reparos, conjeturas e incertidumbres de unos padres con los nervios a flor de piel. Muchos de ellos sin saber a qué carta quedarse a esas alturas, a apenas una semana vista de que se abriese el proceso de admisión de plazas para sus hijos.

Felpeto tuvo respuesta para todo y para todos. Habló a la concurrencia con franqueza. A los ojos. De tú a tú. Sin guardarse ningún as en la manga. Sin evasivas ni cortapisas. Aunque la contestación no fuera políticamente correcta. Si algo demostró es que ha sido cocinero antes que fraile. Que está acostumbrado a lidiar con estas situaciones límite. Porque el consejero de Educación sabía a lo que venía a Valdeluz: a dar la cara. Aún a riesgo de que se la partiesen. No estaba el horno para bollos. Es el riesgo al que se expone el político que se atreve a bajar a la arena para someter su gestión al veredicto del respetable. Que casi siempre quiere tener la razón, dicho sea de paso. Por eso fue rotundo en sus explicaciones. A veces, hasta contundente y sin dejar resquicio alguno a falsas interpretaciones.

Entre la multitud estaban también ellos. Los responsables del Partido Popular de Yebes. Agazapados en la retaguardia. En comandita y con las espaldas cubiertas. Que es como les gusta estar. Lo de mezclarse con la gente no va con ellos. Atentos a las reacciones del respetable. Ojo avizor. Con el consejero, el delegado de la Junta y al alcalde fajándose en el cuadrilátero. Una oportunidad de oro para ponerles en un brete delante de las madres y padres. La ocasión pintiparada para demostrarles que habían venido a proteger sus intereses. Que saben hacer oposición. Delante de esas madres y padres a los que dicen defender y de los que tanto se preocupan. El escenario perfecto y servido en bandeja. Así se las ponían a Felipe II.

Pero nada. Allí no había nada que rascar. Ningún conato de insurrección a bordo. El tal Felpeto había sido más claro que el agua. El auditorio se llevó lo que había venido a buscar. Sabiendo que el próximo curso tendrán un centro educativo de Infantil y Primaria a la puerta de casa. Un colegio como Dios manda, no una escuela rural. A ver si se enteran, señores del PP. O que sus hijos podrán seguir donde estaban. Allí no había ningún cabo suelto que atar. Así que mejor guardar silencio y plegar velas. E igual que vinieron, allá que se fueron los mandamases del PP de Yebes. Nadie de los presentes imaginaba que 24 horas después iban a salir por peteneras. Para calentar un patio que estaba demasiado tranquilo para su gusto. Con insinuaciones de improvisación y no sé qué de niños en barracones. No podían consentir que la verdad les estropease un buen titular. Así que la trifulca estaba lista. Y gratis.

Y como siempre, en forma de arma arrojadiza. Desde ese foro infumable que llaman blog. ¿Para qué dar la cara ante el consejero de Educación si puedes cocinar a fuego lento el complot desde la tranquilidad del sofá? Urdiendo la puñalada trapera. Por la espalda y a traición. Sin que les importe incurrir en indecente contradicción. ¿Qué hay que decir ahora que nos vale un colegio rural? Pues lo decimos. ¿Qué no nos importa que mezclen en una misma clase a alumnos de diferentes cursos, que eso es lo que es una escuela rural? Pues sin problemas. Así son estos señores del PP. ¡Para qué ir de frente si sabe mejor hacerlo por detrás! Saben de sus limitaciones y que en el cuerpo a cuerpo llevan las de perder. Que no aguantan ni un asalto. Que sus argumentos de tres al cuarto se caen por su propio peso. Pero no. Ellos, erre que erre. Que se les da de miedo lo de tirar la piedra y esconder la mano. Así les luce el pelo. Lástima. Eso es lo que dan. Mucha lástima.

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